Las fiebres musicales de febrero (I)

Este mes he usado libreta y todo. Al menos, lo he hecho cuando he caído en la cuenta de que me subía la fiebre con algún artista, canción o disco. Es que, si no, luego baja (la fiebre) y me olvido. Bueno, paso a contaros. Y no, para los que insistentemente me preguntáis por mi futuro programa de radio anunciado el mes pasado, de momento no está en antena ni hay perspectiva de que esto vaya a variar en breve. Yo ya os aviso, si eso. Tranquilos. Lo de «si eso» me parece algo fantástico. Hechas las presentaciones…

Me di cuenta mirando la estantería de la sala en la que, entre otras cosas, coloco algunos libros, que uno de los que me trajeron los Reyes Magos fue el Club 45 Again de Alejandro Díez, aka Cooper. Y revisarlo (es un libro de consulta) me llevo a revisar su predecesor, ponerme algunas de las canciones que en ellos aparecen y descubrir o redescubrir un tema que me enfebreció de forma brutal y que entró en el olimpo de mis canciones favoritas: «I Feel a whole lot better» de The Byrds. Una gema de un disco clásico al que nunca había prestado excesiva atención, cuenta que ha sido saldada en estas semanas. La mayor febrícula musical de febrero sin lugar a dudas.

En el CD del número de enero de la Rockdelux ha habido un tema que me ha conquistado. Es «Opposite house», cuarto corte del disco «Mangy Love» de Cass McCombs, editado en 2016. Una canción preciosa, delicada, con una ejecución deliciosa y unos devaneos entre la canción de autor y unos guiños negroides que le deshacen a uno. Con estos calificativos, como podéis imaginar, no quedaba otra que escuchar el álbum entero y lástima que lo haya descubierto en 2017 porque si no a buen seguro que habría entrado en lo mejor de mi cosecha personal del pasado año. Y eso, esperando a que el LP se ponga a un precio más razonable.

Creo que en ese mismo número, el de enero de la RDL, leí una crítica a la reedición del «Foxbase alpha» de Saint Etienne que me llevó a recordar lo que la señorita Cracknell y compañía nos gustan a la dueña y a mí. Y, con la tontería, nos pasamos una tarde divertida, en casa, los tres poniéndonos las canciones del recopilatorio de singles, del «Finisterre» o del «Words and music» y preguntándonos, como casi siempre que suenan Saint Etienne, por qué no han tenido más impacto o repercusión comercial y, posteriormente, contestarnos y contentarnos con que, mira, casi mejor que sea así.

Fue escuchar El Sótano del día 8 de febrero, dedicado a los 50 años del «Something else by The Kinks» y escuchar, por tanto, la revisión que diferentes artistas han hecho para conmemorar dicho hito y desplazarme un par de días después a la Librería Cámara de Bilbao para hacerme con un ejemplar de la revista Mojo, responsable de dicho homenaje en forma de CD, disco que, obviamente, acompaña a la publicación británica. Y ha sido, por tanto, degustar esas versiones y revisar, claro, el disco original de los Davies y concluir, en pleno modo cienfebrista, que este es el mejor disco de los Kinks y uno de los mejores de la historia.

La siguiente fiebre es cojonuda. Os pongo en situación: yo, en clase de euskera. Un tanto aburrido, lo admito. Y de repente Marga, la irakasle (profesora) pone, con el fin de ejemplificar no sé qué, el tema «Zaude lasai» de Mikel Laboa. Yo despierto de mi sopor. Y le pregunto, en euskera, of course, que qué es eso. Y me lo indica y me dice a qué disco pertenece (el «Bat hiru») y yo me digo que debo escucharlo (y lo he hecho, joder que sí lo he hecho) y pienso que hemos tenido a un Lou Reed donostiarra y empiezo a entender por qué tanta gente, de muy variados palos, tiene tanto respeto a esta figura. Alucinante el disco este.

Y el final de mis fiebres del mes o el final de mi banda sonora de febrero es predecible para quien me conozca un poco. Como ya anuncié el mes pasado, Teenage Fanclub, una de mis bandas favoritísimas, visitaban Bilbao y lo hacían o lo han hecho colgaando el Sold out en el Antzoki y ofreciendo, en mi opinión, un maravilloso concierto. Y remarco lo de «en mi opinión» porque he leído unos cuantos comentarios por ahí de quejas ante el sonido del bolo y demás. Y sí, es muy probable que fuese así. Yo, de hecho, a no ser que sea algo flagrante que haga sangrar los oídos, admito no tener muy desarrollada dicha capacidad de detección de defectos sónicos y, además, para mí todos ellos quedaban absolutamente sepultados ante el apabullante y mágico setlist que los escoceses ofrecieron. Unas canciones que ya empiezo a pensar que ya no es que hayan conformado la banda sonora de mi mes de febrero sino que las canciones de Teenage Fanclub conforman una importante parte de la banda sonora de mi vida. En fin, que salí muy emocionado, que sigo muy emocionado (y eso que es la cuarta vez que les veo) y que esta emoción ha provocado que del viernes aquí haya tenido importante ración diaria de guitarras, melodías y pop de orfebre. ¡¡Los putos amos!!

Las fiebres musicales de enero (I)

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O qué sé yo. Una miscelánea para contar qué he escuchado, por qué lo he hecho (si es que lo sé) y, como novedad, proponer, compartir o sugerir las novedades descubiertas en estos primeros días de 2017 (aunque esto lo leeréis en otro post) Todo esto, adelanto, podría ser la base que conformase un futurible propósito para este año que me he marcado: hacerme (preparando risas enlatadas) podcaster (adelante, descojónense sin miedo) Hacer radio, si lo prefieren, desde casa. Pero bueno, de eso ya hablaremos. Al turrón.

Con todo, qué mejor forma de empezar que comenzar mencionando algo que no he escuchado. Sí. Y es que como todos los eneros, tengo por costumbre hacerme con el número de dicho mes de la revista Rockdelux. Esta publicación, además de traer las listas de ‘lo mejor del año’, viene acompañada con un CD que también trata de recopilar ese ‘lo mejor de’. Bien. Pues ese CD sigue en su plástico. Dicho lo cual…

Una de las noticias de este mes de enero ha sido que ha hecho frío. En serio. Así andamos, amigos. Puestos a asociar un género con este fenómeno atmosférico, no sé, a mí se me ocurrió aquella etiqueta que triunfó hará cosa de unos 5 o 6 años: la indietrónica. ¿Os acordáis? Yo tampoco. Bueno, el caso es que un disco gélido para días fríos fue ese estupendo «Neon golden» de The Notwist.

Cambiando radicalmente de tercio, este mes se ha degustado con bastante frecuencia a los Kinks. Y hablando de estos señores no hace falta dar mayores argumentaciones. Son los putos amos y listo. Diré, eso sí, que en mi fluctuante listado interno de canciones favoritísimas «Autumn almanac» ha pegado un importante subidón.

Se ha revisado a Bowie, claro, al cumplirse un año de su muerte. Especialmente, algunos de los discos que aparecían reseñados en este documental (que, desgraciadamente, ya no se puede ver a la carta) que emitieron en La 2 (del «Hunky dory» al «Station to station», si no recuerdo mal)

Un par de tardes con los Hollies también nos pegamos. En plan terapeútico. Y es que, joder, qué bueno es ese «Beat group!».

El amigo Aldana me dio a conocer Flake Music, el proyecto previo a los Shins. Y a ellos suenan, claro. Y una cosa llevó a la otra y disfrutamos, como siempre, del «Chutes too narrow» y, ya de paso, de lo nuevo de los Albuquerque. Pero eso lo comentamos en el otro post, va.

El señor Ranedo me hizo conocer a Los Auténticos. Y esta ha sido, quizá, la fiebre más intensa de enero. Una banda de Castellón que, hasta el momento, desconocía. Y una obra recopilatoria de su exigua discografía, «Polvo de estrellas», con la que he descubierto un pop con ecos a sonidos de los 60 con un toque nuevaolero fantástico. Temas como «La estrella», «Mi abuelo» o, mi favorita, «No me importa», guitarreros, pegadizos, adorables y deliciosamente ingenuos, una ingenuidad propia de la época. Una fiebre que me ha llevado a comprar esa edición que han sacado Lemuria Music con vinilo, tres CD’s (maketas, grabaciones y demás) y un extenso libreto con toda la historia de la banda de La Plana. Una adquisición que, confieso, me ha llevado a sentirme una especie de intruso a un tesoro que conocían unos pocos y a quienes, creo yo, irá dirigido un trabajo como el comentado. O sea, cienfebrismo advenedizo a tope. Y para acabar, una pregunta retórica: ¿de qué grupo que ahora idolatro podrán sacar dentro de 30 años o así un homenaje como el de este «Polvo de estrellas» de Los Auténticos?

Derivado de lo anterior, Los Pistones. La fiebre mencionada me llevó a ellos antes de tener en casa ese «Polvo de estrellas». Bienvenidos siempre Los Pistobes, por supuesto.

Otra de las noticias del mes ha sido, sin duda ninguna, la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los EEUU. Esto me llevó a ponerme a una de mis bandas favoritas de siempre y que, aunque a muchos no se lo parezca, una banda con muchísima carga política (y no precisamente en la línea de Trump): los House Martins. Tal es así, que por algún lado compartí, incluso, una arenga que aparece escrita en el libreto del «Hull 0 London 4»: ‘Don’t try gate crashing a party full of bankers. Burn the house down!’

Y escuché a los León Benavente antes de verles en el Antzoki. Un Antzoki que colgó el cartel de ‘No hay billetes’ para recibir a esta banda cada vez más consagrada y que, a día de hoy, empiezan a posicionarse como nuevos adalides del indie-mainstream (aunque estos, a diferencia de otros representantes del mismo, con bastante más mala leche) gracias, además de por sus discos, a unos directos arrolladores, como bien volvieron a demostrar en su visita a Bilbao.

Y hablando de preparar conciertos, ahora que acaba el mes de enero, hay que ir ambientándose ante la gran cita que tenemos el próximo día 24 de nuevo en el Antzoki. Que vienen los Teenage Fanclub, señora, y a estos hay que guardarles absoluta reverencia y a estos es un placer escucharles antes, durante y después por lo que a ello nos hemos puesto ya.

Bueno, hasta aquí. Seguido, mientras la familia duerme, preparo el post con las novedades de este mes de enero, ¿vale? Y ya lo leéis en otro post, ¿ok? En todo caso, con lo uno y con lo otro, ¿veis que todo esto con un poco de palique da para podcast? Pues eso, que lo sepáis…

Mi cosecha 2016. Los discos.

¡Felices Listas 2016! Sí, como cada año, en estas fechas, nos paramos a recopilar lo que más nos ha gustado o más hemos disfrutado en cuanto a discos, libros, películas o recetas de cocina, qué sé yo. Y lo hacemos, claro, con el fin último de mirarnos al ombligo, de postularnos como poseedores de una opinión (una verdad, nuestra verdad) respecto a productos culturales o de otra índole y, al fin y sobre todo, para sugerir y compartir títulos que puedan servir a otros y, en el caso de que juguemos a esto como receptores, para descubrir de una tacada cosas que se nos han escapado… Muy divertido todo, ¿verdad?

Luego podemos hablar de cómo se elaboran las susodichas. Leía un post de Joserra Rodrigo en el que decía que él no está de acuerdo en categorizar estas listas mediante un formato “top”, es decir, ordenadas de menos mejor a más mejor, por decir algo. Lo argumentaba exponiendo que, al final, todos y cada uno de los, en este caso, discos que apuntaba en su repaso a 2016 le habían emocionado de alguna manera y que estas emociones no pueden o no deben cuantificarse o diferenciarse entre sí. Compro. Acepto el razonamiento pero también creo que, entre lo apuntado, siempre hay cosas que llegan más, que emocionan igual pero, quizá, con distinta intensidad… o, volviendo al primer párrafo, diré que compro pero que me resulta más divertido culminar el listado con un podium, etcétera… y si hacemos esto (o al menos yo lo hago) es, insisto, para divertirnos, generar cierto debate y demás.

Va, hasta aquí. Cierro ya esta extensa introducción y doy paso a mi cosecha 2016 en lo que a discos se refiere. Este año son doce los álbumes seleccionados, discos que, en su gran mayoría, han acabado en el estante de mi discoteca doméstica (indicador decisorio aunque también los hay que he comprado y no aparecerán y otros que aparecen y no he adquirido), discos que he escuchado en mayor o menor medida y que, haya escuchado más o menos, por la razón que sea, han acabado cautivándome emocionalmente. O sea, lo de siempre. Venga, va, ahí van… Espero vuestras reacciones.


12.- LEON BENAVENTE: 2

Admito que la fórmula de este segundo trabajo de los León Benavente no me cautivó en principio (¿un abuso de algo parecido al “spoken word”? WTF!) pero he de admitir también que, como me ha pasado muchas veces (y me seguirá pasando), un concierto basado en dicha obra acaba llevándome a verlo de otra forma. Y, de esta forma, tras flipar con el directo que ofrecieron en la pasada edición del Bilbao BBK Live, mi consideración hacia este “2” varió hasta tal punto de incluirle en el puesto duodécimo de mi cosecha 2016.


11.- TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO: “Salve discordia”

Me siguen pareciendo una de las mejores cosas que le ha pasado al pop español en los últimos años y me reafirmo en esa opinión con cada nueva entrega de los gallegos. “Salve discordia” es un discazo con la intensidad y la suciedad marca de la casa y con hits tan redondos como el sinlge “Baila sumeria”. Y ya.


10.- THE LAST SHADOW PUPPETS: “Bad habbits”

Habida cuenta de que su anterior trabajo, “The age of the understatement”, me parece, ATENCIÓN, uno de los mejores discos de lo que llevamos de siglo XXI, las expectativas con las que aguardaba el regreso de Turner y Kane eran elevadas y, por tanto, como suele ocurrir en estos casos, no han sido alcanzadas. A pesar de ello, este “Bad habbits” sigue manteniendo una línea lo suficientemente elegante y evocadora como para ser destacado. Y, ojo, que no he metido su reciente EP, “The dream synopsis”, por el formato y por destacar el LP pero cabría perfectamente como gran fruto de la cosecha.


9.- PJ HARVEY: “The community of hope”

Amigos puristas del rock, yo os confieso: soy más de la Polly Jean desde “Stories from the city, stories from the sea” en adelante que de sus trabajos anteriores. Una Harvey más introspectiva, profunda, susurrante, que expresa su rabia de forma más sutil. Esta nueva PJ alcanzó, sin duda, el culmen con su disco anterior, “Let England shake” pero el álbum que ha sacado este año no le va a la zaga. No deja indiferente y emociona intensamente y con eso es más que suficiente. Y, aparte, ¿es “The Wheel” una de las canciones del año? Yo diría que sí…

8.- TELEGRAM: “Operator”

Uno de los descubrimientos del año. Llegué a ellos porque formaban parte del cartel del festival Bilboloop y, picado por la curiosidad, me los busqué en Spotify y, pensando en encontrarme con algo así como más, digamos, moderno, cual fue mi sorpresa al encontrarme con un disco que parecía del 78, que sonaba a Buzzcocks, a Undertones y toda la pesca. Un disco que me ha encantado, me ha divertido y que podría sonar (como de hecho suena) en eventos como Bilboloop pero también tendría cabida en garitos netamente underground como El Tubo de Baraka. Muy dabuti.


7.- THE DIVINE COMEDY: “Foreverland”.

Hay dos nombres en este listado que, aunque hubiesen hecho discos mediocres, seguramente habrían seguido apareciendo porque uno es demasiado fan de ambos. Uno lo vemos luego y el otro es Divine Comedy, esto es, el puto amo de Neil Hannon. De hecho, reconozco que “Foreverland” no va a ser mi disco favorito de los irlandeses pero su teatralidad, su pop dandi, sus arreglos y el buen rollo que destilan lo siguen situando muy por encima de los trabajos de mogollón de gente. Si a esto le añadimos que el concierto que ofrecieron en el teatro del BIME ha sido uno de los mejores directos que he visto este año, pues queda todo dicho.


6.- DMA’S: “Hills end”

Tan habitual como comprar polvorones o las cenas de empresa en diciembre está, en mi caso, el acto de incluir una dosis de britpop clásico en mis listas de lo mejor del año. Es mi sub-género favorito, quizá porque se afinca al recuerdo de mi cada vez más lejana adolescencia, y, por lo tanto, cada vez que aparece algo por ahí en esta onda (con un mínimo de calidad, se entiende) lo devoro y disfruto. Este curso, de hecho reitero la dosis con unos mozalbetes australianos que también formaron parte de mi cosecha de 2015. Los DMA’S son, a día de hoy y en mi humilde opinión, los mejores homenajeadores a los parámetros que me conquistaron a mediados de los 90 y, sólo por ello, a mí ya me tienen ganado.

5.- FRANK OCEAN: “Blonde”

Estas cosas me flipan. Escucho aleatoriamente una de esas listas que genera la plataforma Spotify en base a los gustos de uno y, de repente, suena algo que, a priori, está muy alejado de los estilos que suelo degustar. Y me flipa porque, de repente, eso que suena me flipa, me encandila, me sorprende, me resulta llamativo y me lleva a escuchar no sólo la canción que clama mi atención sino el disco entero en la que aparece y el disco entero me parece estupendo. Y estamos hablando, amigos, de un tal Frank Ocean (que me sonaba de ser uno de los nombres más aclamados en las publicaciones musicales más in de los últimos años), tipo al que se le mete en el saco del hip-hop (¿yo escuchando hip-hop?) aunque yo advierta guiños soul, gospel y demás rasgos negroides a los que puedo estar más acostumbrado… E insisto, me encanta y me encanta que me encante algo así… Y no recordaba que me pasase algo así desde el “Endtroducing…” de DJ Shadow… Y eso, que “Blonde” me parece uno de los trabajos más bellos de 2016.


4.- TEENAGE FANCLUB: “Here”.

Este es el otro que os decía hablando del disco de Divine Comedy. La banda a la que le habría incluido aunque su nuevo disco hubiese sido furruñé. Pero, claro, en este caso, jugaba sobre seguro: ¿cómo los enormes Teenage Fanclub van a hacer un mal disco? IM-PO-SI-BLE. Son los orfebres sencillos, majos y simpáticos que transmiten belleza, emotividad, buen gusto y cuyos discos se pone uno casi a diario. El otoño de 2016 ha sido el mejor otoño en años gracias a “Here” y su portada es, sin lugar a dudas, la más bonita del presente curso. Ay, qué ganas de verles el próximo 24 de febrero en el Antzoki.

3.- DAVID BOWIE: “Blackstar”

No va a ser mi disco favorito de Bowie. De hecho, confesaré que analizándolo desde un punto de vista estrictamente musical, quizá ni siquiera le habría incluido entre mis cinco favoritos del año. Entonces, ¿por qué “Blackstar” se lleva mi bronce de 2016? Elemental: porque este disco se convierte en el epílogo perfecto a la vida de un artista TOTAL; la rúbrica sonora perfectamente adaptada al momento que el propio David Robert Jones identificó como el de su final, al que quiso dotarle de una banda sonora oscura, de un réquiem solemne y experimental, por momentos siniestro aunque con atisbos luminosos y esperanzadores… En definitiva, ¿cómo no?, ¿cómo no voy a valorar como se merece un acto así?


2.- THE BRIAN JONESTOWN MASSACRE: “Third World pyramid”

De cabo a rabo. De principio a fin. Del primer segundo al último. Si alguno de los discos que aparecen en esta lista fuesen analizados por la redondez de su conjunto, sin más elementos en consideración, este trabajo de The Brian Jonestown Massacre se llevaría la palma. ¡Qué intensidad!, ¡qué enganche he tenido (tengo) con él! ¡Qué ración de rock lisérgico más bien digerida! En fin, que todo son alabanzas para cada uno de los nueve cortes (“Government beard” quizá sea mi canción del año) de este trabajo, de este grupo al que, hasta ahora, no le había prestado excesiva atención y del que ahora ando revisando toda su discografía. Si está aquí, en el segundo escalón del podium, es porque esta es la lista de Cienfiebres y este álbum me ha enfebrecido. Enorme.


1.- THOSE PRETTY WRONGS: “Those pretty wrongs”

Pero el disco de 2016, para mí, es éste. El más bonito. El más Beatle. El más delicado. El más elegante. El más emocionante. El más sugerente. El que más he escuchado. El que más ha gustado en casa. El que más he recomendado. El que he regalado. El que me ofreció la posibilidad de disfrutar de uno de los conciertos más guapos del año. El que me ha hecho redescubrir a Big Star. El más amable. En el que la mayor parte de la gente cuyas opiniones musicales respeto y admiro ha coincidido. El mayor descubrimiento del año. El disco. El disco del año: “Those Pretty Wrongs” de Those Pretty Wrongs. Que me callo ya y que lo escuches. De nada.

PD: ha habido otros discos que me han gustado y que recomiendo encarecidamente pero que se han quedado fuera de la lista por poco. Por ejemplo los últimos de: Suede, Parquet Courts, WAS, Novedades Carminha, Kokoshca, Michael Kiwanuka, Franco (¿es “Neoliberal” una de las canciones del año?, ¿debería hacer una lista con las “Canciones del año”?), Quique González, Is Tropical, The Hinds, Wilco, Allah-las, Dodgy, Los Wallas, Dr. Maha’s Miracle Tonic (aunque éste aún no lo he escuchado)…

8 de junio. Mi Banda Sonora.

sensacional

Luisa y Borja se han currado una boda muy guapa. Un enlace especial y mágico. Me lleva a usar esos adjetivos y no otros el lugar elegido. Mas del Silenci. Una masía en plena montaña en la que la naturaleza se erige protagonista para, si los organizadores, en este caso los novios, colaboran, alcanzar una comunión perfecta entre evento y entorno.

Música folk ambiental pre y post ceremonia y un trío de jazz en directo para amenizar un extenso cocktail y luego ya, para la fiesta nocturna, mamarracheo, petardeo y pachangueo que me perdí, en su mayoría, por ver, rodeado de hinchas culés, la final de la Champions.

No sólo la música de la boda ha compuesto mi banda sonora de este pasado fin de semana. En el coche para ir hasta Vic hubo tiempo de poner uno de los CD de la cajita esa de la C86, algún CD de esos de la Rockdelux del año 2009, el «Songs from a Northern Britain» de los Teenage Fanclub, Cooper, Ocean Colour Scene y She & Him y Vetusta Morla como discos elegidos por Ana.

Hoy hay cansancio y restos de resaca. Y ganas de estar con Nicolás tras un fin de semana sin él. Pusimos el volumen I del Sensacional Soul antes de irnos al parque.

Esta ha sido mi banda sonora de hoy, lunes, 8 de junio de 2015.

1 de junio. Mi banda sonora.

Estrenamos mes. El mes en el que arranca el verano. No he pensado o no me ha sobrevenido ninguna canción o disco que ilustrase, musicalmente hablando, estos hitos temporales. Lo mismo da. Sí me ha influenciado, de cara a ponerme algo a la mañana, el pasado fin de semana. El grueso del mismo lo hemos pasado en Oviedo donde el pasado viernes presentamos nuestras #Edusohistorias. Y más allá del acto en sí, los hemos pasado extraordinariamente bien, hemos comido extraordinariamente bien, hemos bebido extraordinariamente bien y, personalmente, me ha sorprendido el ambiente nocturno de la capital asturiana (¿qué fue de la noche bilbaína?)

Los y las principales culpables de esta evaluación positiva han sido, sin ningún género de dudas, nuestros geniales cicerones: Arantza, Marcos, Alberto y María. Gracias, cuadrilla. Sois la hostia. Viva la sidra, puxa el Oviedo (que encima ha ascendido), el Sporting, el Ceares y aúpa El Diario Roma y el Serie B.

Que me ha influenciado el fin de semana ovetense, decía, a la hora de ponerme a un asturianín de pro como es el tal Pablo Und Destruktion, cantautor oscuro del que ya había escuchado su primer álbum, «Sangrín» (el cual me pareció francamente interesante) y del que ahora he catado su último disco, titulado «Vigorexia emocional». Críptico e inquietante y con unas letras de esas a las que merece la pena dedicarles mucho más tiempo.

Por lo demás, ayer, domingo, sí me puse el «Man-made» de los Teenage Fanclub, único LP que me dio tiempo a poner en todo el fin de semana.

Y así, camaradas, esta ha sido mi banda sonora de hoy, lunes, 1 de junio de 2015.