Algunas recientes fiebres musicales

He tenido fiebres musicales últimamente, claro. Me apetece hablaros de ellas. De forma intrascendente, claro. Así, por comentar y tal. Sin profundizar, obvio. Para qué. Según me va viniendo, va.

Lagartija Nick. Nunca he sido fan. Ni lo voy a ser. Pero su último disco, “Los cielos cabizbajos”, me ha emocionado… su temática, su portada, su música… lo he intentado con los anteriores y como diría aquel, no es no.

Los Enemigos. A raíz de esta entretenida (y extensa) entrevista a Josele Santiago en la Jot. Y tampoco me haré fan pero su disco “La cuenta atrás” me ha encantado. Otro al que le he dado vueltas, “La vida mata”, en cambio, me ha recordado por qué no me molaban. Y no sé explicar ni lo uno ni lo otro.

Amaia. Sí, Amaia. Sí, la de OT. Después de Los Enemigos. No la había escuchado por el prejuicio del reallity y aún cuando voces para mí autorizadas la reivindicaban. Tanto en directo como en disco un producto (perdón) digno, bello, sofisticado y elegante. De lo mejor del año a nivel patrio.

Hablando de lo mejor del año (y con la vista ya puesta en empezar a pergeñar la consabida Cosecha del 19) algunos anticipos que estarán sí o sí en la misma: el de Doug Tuttle (“Dream road”) sencillamente maravilloso; el nuevo de Comet Gain (“Fireraisers forever”) que lo tiene todo para gustar a alguien como yo; el de Kiwanuka (“Kiwanuka”) que lo tiene todo para convertirse en clásico atemporal.

Nacho Vegas. No encuentro explicación. ¿La situación política me habrá llevado a él? Puede ser. El caso es que me está gustando muchísimo pero muchísimo más de lo que pensaba. Qué cosas. Fiebre con Nacho Vegas y con Woody Allen. Ya ven. Pero lo del neoyorkino lo dejamos para el improbable día que hablemos de mis fiebres cinematográficas.

Belle & Sebastian. A raíz de su último disco (la banda sonora “Days of the Bagnold Summer”) y confirmar, con sus nuevas canciones, que quieren regresar a sonar como en su maravillosa etapa Jeepster. Ojalá. El caso es que les debo un monográfico aquí. Me lo anoto en rojo en la libreta.

El BIME.En realidad me apatecía una crónica del festival que se celebró el primer fin de semana de noviembre en Barakaldo, pero al final, por hache o por be, nada. Decir que me lo pasé muy bien, que fue especial porque fui con Ana en plan novios y porque aunque no acudía con grandes expectativas en cuanto a lo musical, disfruté mucho con varios conciertos. Y todo pese a que el nombre que me hizo comprar el abono de cabeza, el de Michael Kiwanuka, acabó cancelando.

Enric Montefusco: atrayente. Debí prestarle más atención porque, a pesar de saludar a un amigo y charlar un rato con él durante su concierto (sin molestar, quiero pensar) el catalán me atraía, me llamaba (su último disco, “Diagonal”, me ha encantado, por cierto).

Amaia: ahí la descubrí. No digo nada más (amén del fenómeno fan que convocó y la sensación de que puede ser un icono entre el público gay… ¿puede ser?)

Kraftwerk: de lo que más me apetecía. No decepcionó. De hecho, flipé, sin ser yo seguidor de los alemanes.

Foals: me sentí viejo. Y agradecí sentirme así. Pues eso: que a lo mejor con veinte años los habría gozado pero ahora… amén que la fórmula ya me parece cansina. Aún así, sonaba increíble y entendería que se haya calificado de lo mejor del festival. Pero a mí, bluf.

Morgan: psché. Abandonamos sin verlo acabar. Todo el mundo me los recomendaba encarecidamente. Yo no los conocía. Es más, pensaba que cantaban en castellano y que iba a ser una onda Vetusta Morla o algo así. Pues no. Ni parecido. Aún así una cosa muy muy normalita. De esas que no acabas de entender su éxito.

Los Estanques: guau. No me compraría sus discos pero les volvería a ver en concierto. Una propuesta curiosa en la que se entremezcla el rock sinfónico, con el free jazz y el pop (de querencias andaluzas, aunque facturado en Cantabria). No es mi rollo pero me dejó clavado.

Carolina Durante: su cantante es muy chillón y me pareció que el sonido no les favoreció. A pesar de ello, me gustan mucho y tienen un arsenal de canciones-himno. Me apetecía mucho verles y me quité el chinche, aunque no fue la hostia.

The Divine Comedy: Neil Hannon es el puto amo y nunca falla. A pesar de ello, no ha sido el mejor concierto que les he visto y, para más inri, se encontraron (nos encontramos) con una parte del público mal educada e irrespetuosa (por cosas así es por lo que cada vez me dan más pereza los festivales)

Brittany Howard: el (otro, junto a Amaia) gran descubrimiento del festival. Un abrasivo recital de soul, rock y gospel que nos dejó perplejos. A darle a los Alabama Shakes (aunque me temo que los discos no me van allegar tanto)

Jamiroquai: pensaba que iba a ser la anécdota, la broma (de mal gusto al ver que anunciaban que había sido diagnosticado de amigdalitis por la mañana) o la gracieta del festival y, desde que comenzó y hasta que terminó (casi dos horas, si la memoria no me falla), me dejó ojiplático, boquiabierto y haciéndome bailar (sí, bailar, yo) aunque no quisiera. Impresionante deleite de soul, funk con un Jay K en un estado de forma deplorable pero al que hay que aplicarle eso de “el que tuvo retuvo” (además de estar excepcionalmente acompañado por coros y orquesta). El concierto del BIME y uno de los conciertos del año.

Ale, fin. En los próximos días, más música.

*La foto, una de las pocas decentes que hice en el BIME. De Neil Hannon y sus Divine Comedy.

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