La música del barrio (durante este pasado fin de semana)

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Tiene sus pros y sus contras, claro. Como casi todo. Entre los pros encontramos que, cada cierto tiempo, el BEC acoge conciertos interesantes. Esto repercute en que en el barrio se ve a mucha gente guapa y se genera ambientillo. Y si da la casualidad que uno acude como espectador a los mismos, vuelve a casa andando en pocos minutos.

Este pasado fin de semana ha sido un poco así. Desde el miércoles o el jueves, ahora no recuerdo bien, se ha desarrollado la segunda edición del BIME, siendo desde el viernes cuando su programación dedicada a la música en directo se puso en marcha. Y como me escribió Ana en un wathsapp, «mucho moderno en el barrio«. Digamos que, en este segundo año de vida, el BIME se ha consolidado y dada la asistencia a los dos días de conciertos (algo más de 20.000 personas), me da a mí que el año que viene se volverá a repetir lo cual, para mis intereses, está genial por el hecho de poder ver algunas propuestas interesantes a cinco minutos de casa. Y, además, vivir esa sensación de especie de superioridad (¡qué inferior superioridad!) al salir del BEC y ver a la gente haciendo interminables colas para coger un taxi. Eso sentí. Una maliciosa sensación de placer que no estaría mal repetir.

Por lo demás y centrándonos exclusivamente en lo que los directos dieron de sí, voy a remitiros a los textos que Germán, Joseba y el menda hemos escrito para la web de BI FM. Por mi parte, me tocó hacer crónica de Macy Gray y The Divine Comedy el viernes y de los Kooks, Mogway y The National el sábado. Tanto mis textos como lo de mis compañeros los podéis leer aquí.

¿Otras impresiones al respecto? Bueno, veamos…

Ya he dicho que mucha gente y mucho ambiente, con todo, de festival al uso o, lo que es lo mismo, de evento musical en el que la capacidad de disfrute de los conciertos es intrínsecamente baja, en el que se dan momentos de agobio pero también en el que se pueden (¿se deben?) buscar los momentos lúdicos, verdadero leit motive de una buena parte de la gente que acude a este tipo de actos.

Por otra parte, no ha dejado de resultarme curioso que, durante estos días, los medios de comunicación hayan caído en la cuenta de que el BEC está geográficamente situado en Barakaldo. Algo que, sorprendentemente, hace apenas dos meses, coincidiendo con el Mundial de Basket, no era así; entonces, el BEC no estaba en la localidad fabril si no en Bilbao. Curioso y raudo movimiento tectónico.

Además de los conciertos que he reseñado para la web de la emisora que durante seis años me acogió como piloto radiofónico de LFA, otros retazos más que se me ocurren podrían ser: reiterar que Neil Hannon es Dios; que tras verles después de mucho tiempo, no me extraña demasiado que perdiese la pista a los Placebo después del ‘Black Market Music’; que en el concierto de Mando Diao sentí una mezcla de pena, indignación y vergüenza ajena; que el paquete del cantante de los Kooks nos hipnotizó; que si no me llego a sentar a ver a los Audience igual no me habría ido a casa medio dormido; y que sí, que para ver y disfrutar de un concierto es muchísimo mejor hacerlo en una sala y tal pero que un festival, como espacio masivo y a veces litúrgico, también da para, por ejemplo, encontrarse con mucha gente conocida con predisposición a la fiesta… ¡Sosos, que sois unos sosos!

Todo muy Candle in the Wind

Y para cerrar el fin de semana musical en el barrio, no podemos obviar que hemos tenido como vecino efímero a todo un Sir, a todo un mito del pop internacional: Elton John. En este caso, no acudí a ver (aunque bien es cierto que me habría gustado. No es que controle en exceso su discografía pero hay un álbum, ‘Madman across the water’ – con su gran himno ‘Tiny Dancer’ – que me encanta) a este icono pero sí que me pregunté cómo sería el perfil tipo de fan que acudiese a la cita con una estrella de este calibre y, aprovechando el paseo con Nicolás, me di una vuelta por las inmediaciones del BEC un rato antes de que empezase su espectáculo y lo que vi fue a mucho hombre de entre 40 y 50 años, de sport, ese concepto de sport que implica llevar una camisa o polo de colores vivos con jersei por los hombros, jeans y naúticos. Y foulard, mucho foulard. Ellas, por su parte, iban muy arregladas, casi que de pelu, con sandalia baja o bota. Ellas tomando vinos gaseosos y fumando y ellos tomando gintonics. Un retrato exagerado, supongo, de una burguesía que ya no acude regularmente a este tipo de eventos. Personas leídas y viajadas. Todo como muy bien, no sé. Como demasiado bien. Aburridamente bien, no sé si me explico. Muy diferentes, todo hay que decirlo, a aquel público que, hace unos años ya, también acudió al BEC a ver a otra leyenda de la música contemporánea, Leonard Cohen, y a los que también traté de retratar en un texto que escribí en La Furgoneta Azul.

* La imagen que encabeza este post es de mi amigo Eneko quien, huyendo de The National, aún tuvo tiempo de disparar esta foto antes de abandonar el BEC.

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